miércoles, 12 de septiembre de 2018

¿Por qué los autistas piden ser escuchados?

I N S T I T U T O   O S C A R   M A S O T T A 2
D e l e g a c i ó n   R í o   G a l l e g o s


"¿Por qué los autistas piden ser escuchados?"

(Texto a publicado en el diario La Opinión Austral, el día 12 de septiembre de 2018)

Autor:  Lic. Mariana Filippo. 
Analista miembro de la EOL y AMP. Miembro directivo del IOM2 Delegación Río Gallegos

El autismo se enraiza en un miedo temprano a entrar en interacción con los otros, proveniente de una angustia irracional que el sujeto no domina y no tendría que ver con la incomprensión de cómo vincularse con el otro.
Desde que Leo Kanner acuñó y describió el autismo en 1943, se propagaron los más diversos estudios sobre esta temática, a partir de la observación y práctica clínica con niños autistas. De allí también se derivaron variados tratamientos que guardan relación con la corriente teórica en la que se inscriben. También hubo -no tantos como los primeros- seguimientos de estos sujetos en la adultez, por ejemplo contamos con los de Kanner. Pero lo más interesante, es que en las últimas décadas, fueron los mismos protagonistas de tales observaciones los que han tomado la palabra para dirigir su pedido. De lo cual, da cuenta, Jean Claude Maleval en su libro “Escuchen a los autistas”.
¿Qué piden hacer escuchar los autistas?  
Es posible detectar el autismo mediante dos signos precoces que se presentan de manera muy temprana, a saber:
·       La huída de la mirada hacia los tres meses.
·       La falta de atención conjunta, hacia los nueve meses. Esto quiere decir que el bebé señala algo con el dedo, sin atraer con la mirada, la atención del adulto hacia ese lugar.
En los primeros intercambios con los padres hay evitación de interactuar con la mirada, con la voz, con el alimento y con los excrementos. Es así que numerosos sujetos autistas han podido testimoniar de cómo es vivido por ellos el empuje forzado a concretar estas interacciones, ya sea a mirar adonde le indican, a comer, a hablar y a defecar.
Birger Sellin, logra mediante la computadora lo que no puede verbalizar vocalmente y refiere: “¿Por qué no hablamos normalmente? …   No lo sé, no es que no queramos hacerlo sino que no podemos hacerlo y por esto sufrimos.” Sellin logra pronunciar algunas palabras sin precisar qué determina su mutismo.
Algunos autistas pueden decir que soltar su voz es vivido como una angustiante pérdida de la sustancia equivalente a una mutilación o, tal como dicen después algunos niños cuando salen del mutismo autista, no hablan porque esto podría vaciar su cerebro.  Otro sujeto autista confía que evita la defecación por miedo a que los pulmones exploten. Según Maleval (Videoconferencia que se transmitió en Río Gallegos desde Colombia 12708/2017) todos estos fenómenos indican decisivamente que el autismo se enraiza en un miedo temprano a entrar en interacción con los otros, proveniente de una angustia irracional que el sujeto no domina y no tendría que ver con la incomprensión de cómo vincularse con el otro.
Aprender de los autistas
Los testimonios nos revelan un “saber precioso sobre ellos mismos”, vale decir, los autistas, sujetos concernidos, son quienes más tienen para enseñarnos acerca de cómo tratarlos, mucho más que cualquier evaluación pretendidamente científica. Vale aquí el consejo de Jim Sinclair, ya sea para clínicos como así también para educadores. Dice lo siguiente: “Nuestras formas de entrar en relación – afirma en nombre de los autistas- son diferentes. Insistan en cosas que sus expectativas consideran normales   y toparán con la frustración, la decepción, el resentimiento, quizás incluso la rabia y el odio. Acérquense respetuosamente, sin prejuicios, abiertos a aprender cosas nuevas y encontrarán un mundo que no hubieran podido imaginar”.
Temple Grandin, otra autista de alto nivel, reconocida mundialmente por sus libros y conferencias, cuando tenía tres años era una niña muda, colérica, con una fijación por objetos giratorios, buscaba estar sola jugando con sus excreciones. Ella considera, al igual que muchos especialistas, que la severidad de los síntomas a la edad de dos o tres años no guarda, frecuentemente, mucha relación con el pronóstico. Vale decir, que a pesar de la gravedad inicial puede tener una evolución favorable.
La angustia insondable en la que quedan sumergidos los autistas cuando son empujados a interacciones forzadas, nos muestran simultáneamente, la importancia para estos sujetos de contar con sus intereses específicos y sus objetos privilegiados. Ricas experiencias en instituciones de orientación psicoanalítica para niños autistas constatan que el aprender se ve favorecido cuando se los tiene en cuenta.  Este modo requiere igualmente de alguna presión para que el sujeto logre ciertas adquisiciones, tal como refiere Antonio Di Ciaccia, se trata de un forzamiento suave corroborado por padres de autistas. Refiere la madre de una niña acerca de esta paradoja: “Le es necesario un impulso exterior para ponerse en marcha. Una vez que lo hace nada la detiene y si yo paro, todo se detiene.” Podemos concluir que se trata de un forzamiento suave que tiene en cuenta los intereses del sujeto y sus raíces en la dinámica subjetiva y contempla la condición de  escuchar al sujeto autista.


Auspicia: Colegio de Psicólogos de la Provincia de Santa Cruz
Asociación de la Biblioteca Austral de Psicoanálisis
Informes: (02966) 15459476 – 15690793
E-mail: bapriogallegos@gmail.com
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