I N S T I T U T O O S C A R M A S O T T A 2
D e l e g a c i ó n R í o G a l l e g o s
SOBRE EL PSICOANÁLISIS, SU PRÁCTICA Y LOS SÍNTOMAS ACTUALES
(Texto
publicado en el diario La Opinión Austral, el día 11 de Marzo de 2015)
Autor: Lic. Ariel San Román
(Responsable Local de la Delegación Río Gallegos del I.O.M.2)
(Responsable Local de la Delegación Río Gallegos del I.O.M.2)
El Psicoanálisis, es una práctica cuyos fundamentos están anudados a la clínica. Olvidarlo, sería conducir un tratamiento al fracaso. Tenerlo presente, empuja a replantearse permanentemente qué es lo que especifica esta praxis y qué la diferencia de otras.
En la práctica cotidiana, en la gran diversidad de espacios donde ésta se desarrolla, sean privados, institucionales y/o estatales, el psicoanalista debe confrontar con una variedad de manifestaciones, formas y nombres del malestar. Diversidad que, bajo las políticas del mercado –inherente en todos los ámbitos del accionar humano, se esté advertido o no–, queda eclipsada tras y por las prácticas homogenizantes de los manuales de clasificación diagnóstica. La lógica particular del sufrimiento del caso por caso –principio irrevocable para el psicoanalista–, queda olvidada tras el confort y la comodidad que ofrece a los terapeutas la estandarización del protocolo, que los alivia de la responsabilidad de sus actos. Como indica Eric Laurent, para un psicoanalista lo que cuenta no son los protocolos, sino los principios éticos que hacen a su accionar.
El mundo en el cual Freud nos advertía sobre El malestar en la cultura (es decir, inherente a ella), ha variado. No por ello el malestar ha desaparecido, continúa mostrándonos su rostro en el día a día. Jacques Lacan, siguiendo la huella freudiana, nos indica que el psicoanalista no debe retroceder ante la angustia y sus modos de presentación (modos en constante cambio).
El psicoanalista –indica Lacan– es doble: es aquél que produce efectos y es aquél que tiene que dar cuenta de esos efectos. Es por ello, que la tarea fundamental para todo practicante del psicoanálisis en formación es la revisión constante de su práctica, de
En la práctica cotidiana, en la gran diversidad de espacios donde ésta se desarrolla, sean privados, institucionales y/o estatales, el psicoanalista debe confrontar con una variedad de manifestaciones, formas y nombres del malestar. Diversidad que, bajo las políticas del mercado –inherente en todos los ámbitos del accionar humano, se esté advertido o no–, queda eclipsada tras y por las prácticas homogenizantes de los manuales de clasificación diagnóstica. La lógica particular del sufrimiento del caso por caso –principio irrevocable para el psicoanalista–, queda olvidada tras el confort y la comodidad que ofrece a los terapeutas la estandarización del protocolo, que los alivia de la responsabilidad de sus actos. Como indica Eric Laurent, para un psicoanalista lo que cuenta no son los protocolos, sino los principios éticos que hacen a su accionar.
El mundo en el cual Freud nos advertía sobre El malestar en la cultura (es decir, inherente a ella), ha variado. No por ello el malestar ha desaparecido, continúa mostrándonos su rostro en el día a día. Jacques Lacan, siguiendo la huella freudiana, nos indica que el psicoanalista no debe retroceder ante la angustia y sus modos de presentación (modos en constante cambio).
El psicoanalista –indica Lacan– es doble: es aquél que produce efectos y es aquél que tiene que dar cuenta de esos efectos. Es por ello, que la tarea fundamental para todo practicante del psicoanálisis en formación es la revisión constante de su práctica, de