miércoles, 26 de septiembre de 2018

¿Hay Instinto Materno? - Septiembre 2018

I N S T I T U T O   O S C A R   M A S O T T A 2
D e l e g a c i ó n   R í o   G a l l e g o s


"¿Hay instinto Materno?"

(Texto a publicado en el diario La Opinión Austral, el día 26 de septiembre de 2018)

Autor: Lic. Natalia Pelizzetti 
Miembro de la Delegación Río Gallegos del I.O.M.2 y de la A.B.A.P.

En consonancia con  los actuales debates sociales el pasado viernes 14 de septiembre se llevó a cabo una conferencia abierta titulada: ¿hay instinto materno? Maternidades, feminismos y psicoanálisis. 
Dicha actividad fue organizada por la Asociación de la  Biblioteca Austral de Psicoanálisis y auspiciada por la delegación del Instituto Oscar Masotta 2, contando con la  presencia de la Lic. Raquel Vargas, psicoanalista invitada por el IOM2.(*)
Respecto a este tema nuestra invitada anunció que no hay instinto materno pero que es importante fundamentar porque se hizo tan prevalente la noción de instinto maternal en nuestra cultura, a diferencia de la de instinto paternal o fraterno. “Debemos reconocerle una verdad, decir que no hay instinto maternal no significa que no exista, es decir que no tenga una existencia en la cultura aún frente a los avances científicos y tecnológicos de la época.  Esto puede asociarse a que la noción de instinto condensa la función sexual en la reproducción, de lo que resulta inconcebible pensar que la vida no se repita”, planteándose entonces:¿Qué pasaría si las mujeres, deciden no tener más hijos, si la vida no se repite?.
Lo maternal siempre está adosado al concepto de amor, aunque haya muchas formas de amar y formas locas del amor.  Lo maternal unifica, convierte en hijos a todo el mundo, dándole una posición de cierta jerarquía.
Lacan lo planteó como una forma de profesión y como la típica vocación femenina. (Seminario 4).
Freud por su parte refirió en su Conferencia 33 que cuando una mujer tiene un hijo  ve una gran mutación en su ser, y marcó diferentes matices entre el deseo de ser madre y el de tener un hijo. Así también que el nacimiento de un hijo reanima la sexualidad infantil de la madre.
Antes de continuar es importante situar que el psicoanálisis, con Freud, no cree en la existencia del instinto tal como aparece en los animales. Pues, el ser humano es un ser hablante y por esa razón sus necesidades no se rigen por el instinto sino por el modo en que son decodificadas por el lenguaje materno.  A eso se lo denomina pulsión.
Por eso Irene Greiser (en psicoanálisis sin diván) plantea que: “ningún sujeto viene al mundo por instinto materno, el instinto no engendra sujetos, engendra engendros, animales pero no sujetos. El sujeto adviene como respuesta a aquello que viene del Otro”.
Se hace referencia a que la anatomía no es el destino, que el organismo no es el cuerpo.  Lacan en Seminario 21, dice que para apropiarse del cuerpo que portamos hace falta mucho trabajo: que no es de gimnasia ni de cosmética, sino que las palabras hagan cuerpo.
La noción de instinto maternal hace suponer que el amor y el deseo confluyen, que no hay divergencia entre ambos.
Por otra parte, citando a Freud en su Lección 33 respecto de “La feminidad” (1933) refiere que: “El enigma de la feminidad ha puesto cavilosos a los hombres de todos los tiempos…. Masculino y femenino es la primera diferencia que ustedes hacen cuando se encuentran con otro ser humano, y están habituados a establecerla con resuelta certidumbre… la ciencia ve el signo de una bisexualidad, como si el individuo no fuese hombre o mujer sino siempre ambas cosas, solo que alternativamente una más que otra. Concluiré que lo que hace la masculinidad o la feminidad es un carácter desconocido que la anatomía no puede aprehender”.
Dice Vargas al finalizar que el enigma es parte de la vida encarnada en las mujeres y que el feminismo ve en la maternidad la cárcel de su ciudadanía. 
Así como  el sujeto mira al mundo a través del marco de su propia ventana,  el psicoanálisis nos ofrece un marco desde dónde mirar la época, brindándonos una perspectiva particular ante los debates actuales.
Desde este marco psicoanalítico, Raquel Vargas abrió una ventana sobre este tema dejando entrar un aire renovado de ideas y conceptos y algún destello de luz que nos pueda ayudar a  adoptar una posición de responsabilidad y compromiso frente a estos debates actuales.

Auspicia: Colegio de Psicólogos de la Provincia de Santa Cruz
Asociación de la Biblioteca Austral de Psicoanálisis

Informes: (02966) 15459476 – 15690793
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miércoles, 12 de septiembre de 2018

¿Por qué los autistas piden ser escuchados?

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"¿Por qué los autistas piden ser escuchados?"

(Texto a publicado en el diario La Opinión Austral, el día 12 de septiembre de 2018)

Autor:  Lic. Mariana Filippo. 
Analista miembro de la EOL y AMP. Miembro directivo del IOM2 Delegación Río Gallegos

El autismo se enraiza en un miedo temprano a entrar en interacción con los otros, proveniente de una angustia irracional que el sujeto no domina y no tendría que ver con la incomprensión de cómo vincularse con el otro.
Desde que Leo Kanner acuñó y describió el autismo en 1943, se propagaron los más diversos estudios sobre esta temática, a partir de la observación y práctica clínica con niños autistas. De allí también se derivaron variados tratamientos que guardan relación con la corriente teórica en la que se inscriben. También hubo -no tantos como los primeros- seguimientos de estos sujetos en la adultez, por ejemplo contamos con los de Kanner. Pero lo más interesante, es que en las últimas décadas, fueron los mismos protagonistas de tales observaciones los que han tomado la palabra para dirigir su pedido. De lo cual, da cuenta, Jean Claude Maleval en su libro “Escuchen a los autistas”.
¿Qué piden hacer escuchar los autistas?  
Es posible detectar el autismo mediante dos signos precoces que se presentan de manera muy temprana, a saber:
·       La huída de la mirada hacia los tres meses.
·       La falta de atención conjunta, hacia los nueve meses. Esto quiere decir que el bebé señala algo con el dedo, sin atraer con la mirada, la atención del adulto hacia ese lugar.
En los primeros intercambios con los padres hay evitación de interactuar con la mirada, con la voz, con el alimento y con los excrementos. Es así que numerosos sujetos autistas han podido testimoniar de cómo es vivido por ellos el empuje forzado a concretar estas interacciones, ya sea a mirar adonde le indican, a comer, a hablar y a defecar.
Birger Sellin, logra mediante la computadora lo que no puede verbalizar vocalmente y refiere: “¿Por qué no hablamos normalmente? …   No lo sé, no es que no queramos hacerlo sino que no podemos hacerlo y por esto sufrimos.” Sellin logra pronunciar algunas palabras sin precisar qué determina su mutismo.
Algunos autistas pueden decir que soltar su voz es vivido como una angustiante pérdida de la sustancia equivalente a una mutilación o, tal como dicen después algunos niños cuando salen del mutismo autista, no hablan porque esto podría vaciar su cerebro.  Otro sujeto autista confía que evita la defecación por miedo a que los pulmones exploten. Según Maleval (Videoconferencia que se transmitió en Río Gallegos desde Colombia 12708/2017) todos estos fenómenos indican decisivamente que el autismo se enraiza en un miedo temprano a entrar en interacción con los otros, proveniente de una angustia irracional que el sujeto no domina y no tendría que ver con la incomprensión de cómo vincularse con el otro.
Aprender de los autistas
Los testimonios nos revelan un “saber precioso sobre ellos mismos”, vale decir, los autistas, sujetos concernidos, son quienes más tienen para enseñarnos acerca de cómo tratarlos, mucho más que cualquier evaluación pretendidamente científica. Vale aquí el consejo de Jim Sinclair, ya sea para clínicos como así también para educadores. Dice lo siguiente: “Nuestras formas de entrar en relación – afirma en nombre de los autistas- son diferentes. Insistan en cosas que sus expectativas consideran normales   y toparán con la frustración, la decepción, el resentimiento, quizás incluso la rabia y el odio. Acérquense respetuosamente, sin prejuicios, abiertos a aprender cosas nuevas y encontrarán un mundo que no hubieran podido imaginar”.
Temple Grandin, otra autista de alto nivel, reconocida mundialmente por sus libros y conferencias, cuando tenía tres años era una niña muda, colérica, con una fijación por objetos giratorios, buscaba estar sola jugando con sus excreciones. Ella considera, al igual que muchos especialistas, que la severidad de los síntomas a la edad de dos o tres años no guarda, frecuentemente, mucha relación con el pronóstico. Vale decir, que a pesar de la gravedad inicial puede tener una evolución favorable.
La angustia insondable en la que quedan sumergidos los autistas cuando son empujados a interacciones forzadas, nos muestran simultáneamente, la importancia para estos sujetos de contar con sus intereses específicos y sus objetos privilegiados. Ricas experiencias en instituciones de orientación psicoanalítica para niños autistas constatan que el aprender se ve favorecido cuando se los tiene en cuenta.  Este modo requiere igualmente de alguna presión para que el sujeto logre ciertas adquisiciones, tal como refiere Antonio Di Ciaccia, se trata de un forzamiento suave corroborado por padres de autistas. Refiere la madre de una niña acerca de esta paradoja: “Le es necesario un impulso exterior para ponerse en marcha. Una vez que lo hace nada la detiene y si yo paro, todo se detiene.” Podemos concluir que se trata de un forzamiento suave que tiene en cuenta los intereses del sujeto y sus raíces en la dinámica subjetiva y contempla la condición de  escuchar al sujeto autista.


Auspicia: Colegio de Psicólogos de la Provincia de Santa Cruz
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