miércoles, 22 de marzo de 2017

Acerca de la angustia y la medicación - Marzo de 2017

I N S T I T U T O   O S C A R   M A S O T T A 2
D e l e g a c i ó n   R í o   G a l l e g o s


ACERCA DE LA ANGUSTIA Y LA MEDICACIÓN
(Texto a publicado en el diario La Opinión Austral, el día 22 de Marzo de 2017)

Autor: Lic. Ariel San Román
(Miembro de la Delegación Río Gallegos perteneciente al I.O.M.2.)

La angustia, ese fenómeno tan íntimo a los sujetos, esa experiencia que desgarra los limites subjetividad, ¿qué decir de ella?.
Y esa pregunta no es mera retórica, porque si hay algo que nos muestra la angustia es precisamente aquello que no puede ponerse en palabras. La angustia confronta al sujeto ante un vacío de respuestas simbólicas que le permitan tramitarla. Y, es el cuidado que hay que tener en la dirección de una cura, si se confronta masivamente ante ella, las respuestas que advienen no son precisamente las más adecuadas: inhibiciones generalizadas o pasajes al acto peligrosos para uno mismo o para terceros.
Esta imposibilidad de poner en palabras aquello que está en juego en la angustia, tiene sus efectos clínicos observables en diversos fenómenos en el cuerpo: los no tan novedosos “ataques de pánicos”, son su manifestación en extremo. (Cabe recordar que Sigmund Freud los describió, punto por punto, hace más de 100 años).
Un problema contemporáneo con respecto al tratamiento de la angustia son las clasificaciones diagnósticas actuales que, por un lado, realizan una homogenización de las manifestaciones clínicas bajo los conceptos de ansiedad o depresión; por otro lado, apuntan a una terapéutica que queda subsumida a los ideales utilitarios y funcionales de la época: una eficacia que se traduce por la rapidez de sus efectos. Y a ese lugar de eficacia adviene la medicación psicofarmacológica, cuya finalidad, en su uso indiscriminado, es obturar inmediatamente toda manifestación de angustia. Es eliminar la angustia sin tener que pasar por un tratamiento simbólico a la misma, sin tramitarla por la palabra. Y, citando a Camen Cuñat, la experiencia clínica nos pone sobre la mesa que “menos se tiene en
cuenta que para salir de la angustia se necesita encontrar la manera de decirla, más angustia aparece” (“La queja actual: angustia y depresión”, en “Psicoanálisis con niños”; Ed. Grama).
Y es en este punto que la indicación de Jacques Lacan, sobre que hay que desangustiar pero no desculpablizar, puede orientarnos en la dirección de la cura. Para el psicoanálisis, la culpabilidad es un modo de subjetivizar el malestar. En la culpa, el sujeto capta que dicho malestar le concierne. Y ese concernimiento es la piedra angular, el punto pivote, a partir del cual puede delimitar y elaborar la causa de la angustia. “Si la angustia se tapa con la medicación, sin hacer el trabajo de subjetivación de la causa es muy difícil de hacerse con la angustia y es muy fácil que reaparezca” (Op. Cit.).
Para el psicoanálisis, en el tratamiento de la angustia no se debería apuntar a su eliminación inmediata, sino más bien en atravesarla, sopesando los medios simbólicos de los que dispone el sujeto para hacerlo. Es por ello que más que evitar la angustia, en el tratamiento -como bien indica Lacan- hay que modularla, dosificarla. Ni impedir su emergencia ni confrontar al sujeto de manera abrupta y apresurada.
Freud indicaba que la brújula de un análisis es la angustia, que debemos guiarnos por ella para poder cernir los aspectos traumáticos, los escollos subjetivos que determinan el malestar del sujeto. Puntos que hacen a la particularidad de cada tratamiento; es decir, que lo que es angustiante para uno puede no serlo para otro. Y en esto último, un analista debe estar advertido -vía el análisis y la supervisión de su práctica- de sus propios prejuicios para así evitar consideraciones que desvían la atención de la indicación de Freud: lo relevante no es si está más o está menos angustiado (cuantificar la angustia), lo central es que hay la presencia de la angustia.
Para el psicoanálisis, la presencia de la angustia responde a una pregunta central del sujeto para con su propia existencia o razón de ser. En otros términos, es la pregunta radical por la causa: ¿qué soy para el Otro? (el Otro escrito con mayúscula, es el Otro que me determina como sujeto hablante, son los Otros primordiales por medio del cual me constituí como sujeto y me hago representar como tal; dígase padres, madres, parejas, etc.). Y el analista sabe bien que lo mejor que puede hacer para dirigir la cura es “interesarse en esa pregunta del sujeto, para poder tratar la angustia” (Op. Cit.). Camino paradójico, porque el sujeto tiene que confrontar con lo que menos quiere saber: que él no es lo que cree o quiere creer que es para el Otro. Para decirlo rápido en términos psicoanalíticos, es confrontar con la castración. Con la imposibilidad estructural de ser seres completos, con la imposibilidad radical de no satisfacer absolutamente nuestros deseos, con la imposibilidad de no satisfacer cabalmente el deseo del Otro… El sujeto prefiere quedar en la impotencia eterna, echándole la culpa a los otros, a su destino, al mundo, al universo, de no poder cumplir con ello, a que caer en la cuenta que ello es imposible por estructura en tanto somos sujetos hablantes.
Lo que nos enseña el psicoanálisis, entonces, es que en la dirección de la cura hay que sintomatizar la angustia. Ello es diametralmente opuesto a tratarla como un trastorno, como un disfuncionamiento que hay que eliminar vía la medicación o reeducar, o readaptar.
Si es necesario el uso de la medicación, convendría utilizarla “siempre que sirvan como medio para obtener otra cosa, es decir, para encontrar la causa de la angustia, lo que la provoca” (Op. Cit.). Si la medicación impide todo tipo de elaboración vía lo simbólico, vía lo que nos hace precisamente sujetos, la palabra, es condenar toda posibilidad de atravesamiento de la angustia al fracaso.
Al sintomatizar la angustia, al apostar por la palabra como medio de tramitación y atravesamiento de la angustia, sin medicaciones que empujan al silencio, sin reeducaciones, la experiencia clínica “nos puede enseñar sobre la condición humana, sobre cómo se las arregla un ser hablante precisamente frente a la angustia” (Op. Cit.).

Auspicia: U.N.P.A – U.A.R.G – Colegio de Psicólogos de Santa Cruz – Biblioteca Austral de Psicoanálisis
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E-mail: bapriogallegos@gmail.com
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