miércoles, 9 de mayo de 2012

Cine y Psicoanálisis II - Mayo de 2012

I N S T I T U T O   O S C A R    M A S O T T A
D e l e g a c i ó n  R í o  G a l l e g o s


CINE Y PSICOANÁLISIS: LOS ORÍGENES DE UN ENCUENTRO II
(Texto publicado en el diario La Opinión Austral, el día 09 de Mayo de 2012)

Autor: Lic. Ariel San Román
(Co-Responsable del I.O.M. - Delegación Río Gallegos)

A En un artículo anterior, habíamos señalado la contemporaneidad de los orígenes del psicoanálisis y el cine. Hoy, daremos otra perspectiva del asunto: esta superposición de su inicios no se reduce a una mera coincidencia anecdótica temporal, sino que el surgimiento de ambos responde a un contexto socio-histórico particular, que es la Modernidad y su carácter científico positivista.
Es de suma importancia, poder delimitar este contexto de gestación ya que, al decir de José Samuel Martínez López y Gibrán Larrauri Olguín (“Entre cine y psicoanálisis: un ensayo sobre sus desencuentros y afinidades”), tanto cine como psicoanálisis no son productos decimonónicos de la Modernidad sino su “vórtice negativo: efectos 'no intencionales' del positivistmo moderno, manifestaciones que a contracorriente ponen en jaque los preceptos de la ciencia formal y sus aspiraciones de centrar el devenir humano en base de la razón”.
B– La Modernidad, desde la perspectiva histórica, es un discurso que deviene de la Filosofía, cuyo punto de inauguración es René Descartes con su cogito ergo sum: pienso, por lo tanto existo. Al desplazar la existencia del ser al acto del pensamiento, se apunta a reducir la subjetividad humana al imperio de la razón.
Este pasaje permitió sustituir el discurso religioso por el discurso racional, que se ampara en el saber de la ciencia y deposita sus esperanzan en el progreso tecnológico. Pero, este movimiento no fue sin consecuencias, ya que se instauró una “nueva fe” depositada en una sociedad mítica y utópica, pujante hacia un futuro en el cual la Ciencia y sus avances acabaría con el sufrimiento humano en todas sus vertientes. El ideal de Armonía
impregnaba los espíritus nacientes.
El saber positivista y sus implicaciones filosóficas, pueden aún verse en el devenir de nuestros días: la ilusión progresista de reducir la incertidumbre por vía de los avances tecno-científico y poder ampliar aún más el control del entorno y del mundo por la razón instrumental. Siendo el fin último, garantizar la vida en ese ideal absoluto de plenitud del ser bio-psico-social: no hambre, no enfermedad, no sufrimiento psíquico, no guerras, no dictaduras, etc. Continuando con los autores citados: “...aunque la mayoría de las veces no se alcance a percibir, la modernidad, es la época que discursivamente se ha autopromovido como el tiempo secular de una esperanza y libertad sin precedentes, como la época con la mejor estructura social posible (regulada por la economía de mercado) donde la felicidad es una obligación ciudadana y el conocimiento científico “en principio” puede formalizar, comprender y resolverlo todo, o casi todo”.
C– Ahora bien, este programa de progreso positivista ha mostrado en la práctica sus límites. Si bien no pueden desconocerse los avances científicos que han promovido beneficios para la humanidad –distribuidos, a veces, no tan democráticamente–, en términos generales no fue capaz de la liberación del dolor de existir, del peso de lo trágico, de lo contingente, de la incertidumbre y de aquello que Freud designaba como pulsión de muerte: esa inherente e inevitable tendencia humana que la lleva a la autodestrucción.
En los cuatro siglos de avance científico, la Ciencia se ha mostrado incapaz de comprender y formalizar (aspiración por excelencia) la verdad humana, aquella que hace la dimensión más radical de la existencia y realidad humana: el campo del deseo. El catálogo infinito de tendencias y manifestaciones humanas, que son los manuales modernos de clasificación diagnóstica (en progresión constante y creciente de códigos y más códigos), está ahí para corroborar la imposibilidad estructural de reducir y abarcar científicamente el deseo, siempre imprevisto e indomesticable. Y pero aún, lo que queda por fuera: anormal y patológico.
D– Como afirman Martín López y Larrauri Olguín, “...es justo en este punto, en el corazón positivista de la propia maquinaria científica moderna, que, por su propio dinamismo, emergieron distintas manifestaciones que de forma paradójica fluyeron en sentido contrario a los preceptos racionales modernos. Desde luego, entre estas manifestaciones se encuentran el psicoanálisis y cine”.
Estas disciplinas surgen como una singular crítica a las ambiciones de la Modernidad, al poner en evidencia la paradoja de la Ciencia: al aspirar satisfacer el deseo humano en un ideal de Armonía, lo que ella deja por fuera, margina y produce como un residuo es precisamente la constancia del deseo. En otras palabras, aquello que devela la incapacidad de la Ciencia para construir un Mundo Feliz, es precisamente el carácter radicalmente imposible de satisfacción absoluta del deseo (sea el que sea el dispositivo tecnológico que el Mercado oferte).
Es por ello, y siguiendo a los autores citados, que puede pensarse, que “el psicoanálisis y el cine son productos culturales negativos de la modernidad. Más claro aún: el psicoanálisis y el cine construyen su sentido y su razón de ser a partir de ocuparse precisamente de aquello de lo que la ciencia nada quiere saber”: el deseo humano, que escapa a toda aspiración científica, racional y positiva.

Auspicia: U.N.P.A – U.A.R.G – Colegio de Psicólogos de Santa Cruz – Biblioteca Austral de Psicoanálisis.
Informes: (02966) 15459476 – 15466777 – 15690793
E-mail: bapriogallegos@gmail.com

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