I N S T I T U T O O S C A R M A S O T T A 2
D e l e g a c i ó n R í o G a l l e g o s
"La escuela y el desafío de la inclusión educativa"
(Texto a publicado en el diario La Opinión Austral, el día 10 de octubre de 2018)
Autor: Psp. Sandra Guiguet; Lic. Araceli Navarro.
Miembro de la Delegación Río Gallegos del I.O.M.2 y de la A.B.A.P.
Desde la
nueva ley de educación 26.206 que implementa la obligatoriedad de la escuela
secundaria hay un llamado a la inclusión. Pero el mismo se presenta como un
universal bajo el lema: educación para todos y que nadie quede afuera de las escuelas.
En todo discurso se procura una homogeneización, todos iguales sin excepción. E
inclusive, muchas veces, la ciencia redobla la apuesta ya que, en esta
actualidad reinante, establece que todo lo que no entra en la categoría de lo
universal, de la norma, es rechazado al punto a veces, de nombrarlo como un
trastorno, para lo cual la industria farmacológica ofrece su correspondiente medicación.
En su
discurso, la escuela vehiculiza una demanda, siempre se espera algo del niño y
el adolescente: que siga las consignas, que estudie, que respete las pautas de
convivencia, etc. Pero es una demanda que necesita del consentimiento del
alumno lo que llevará un tiempo, que el docente no podrá controlar, es decir,
no sabrá a ciencia cierta cuándo éste dará su consentimiento.
Entonces,
la escuela es un lugar que está regulado, allí no se puede hacer cualquier
cosa, lo que pone en evidencia la importancia de la ley en el discurso social,
en tanto regulación y orientación necesarias para el sujeto.
La
educación es una oferta, que aspira a crear consentimiento que se da en la
medida que existe la posibilidad de velar, de mostrar, de entretejer sus marcas
en esa oferta y eso es lo que el docente deberá promover. Para que
un sujeto aprenda, es necesario que el Otro este allí, con su interés motivado
causado, si no es así por más que tenga el curriculum ideal es letra muerta. Si
se pudiera hablar del deseo del educador es lo contrario a homogeneizar es la
atención a lo particular de cada alumno, a los avatares de su hacer con la
oferta educativa: como la toma, la recrea, la transforma, la rechaza… que lo
aloje haciendo uso de la transferencia, que se le atribuya un saber ya que sin
esto no hay vínculo educativo. El docente se sirve de la transferencia, la
utiliza para hacer pasar su mensaje, para transmitir su enseñanza.
Las
instituciones educativas funcionan en esta tensión entre, aquello que es el
cimiento de la escuela, la regulación, la renuncia, la interdicción, y el “cada
uno” de los alumnos, con sus diferentes respuestas. Por eso siempre es
importante señalar, en este punto, “lo imposible” en juego en esta relación,
algo siempre se escapa.
Por otro lado tenemos
que el vínculo educativo al igual que todos los vínculos entre las personas, es
algo que se crea porque no traemos al nacer un saber sobre como relacionarnos
con los otros.
En esa vía,
las instituciones son reguladoras de los lazos y en eso tiene un papel preponderante
la institución educativa con sus ideales, normas y reglas, que se propone como
un orden establecido universalmente. Frente a esto no podemos descuidar que el
sujeto pone en juego su singularidad a través de una trama de identificaciones
y desde un modo de satisfacción particular.
Este modo
de estar en el mundo de cada quien, se pone en juego, en la manera de
presentación de cada sujeto; en su modo de hacer lazo social con otros, y
también en el modo que cada sujeto responde ante aquello que representa un
orden establecido, por ejemplo la institución educativa.
¿Cómo
pensar la singularidad, la permanencia de esos niños y jóvenes con un singular
modo de estar en la vida, que no entran en el modo universal que se intenta
imprimir desde institución escolar?
Nos
encontramos con que las crisis de las instituciones hace que se desdibujen sus
límites, respecto a ello Hebe Tizio (2003) expone: “lo interior y lo exterior
se han vuelto indiscernibles, se ha perdido su especificidad. La pérdida de lo
especifico de los discursos afecta a todas las instituciones, pero si en el
caso de la educación, esta pierde su relación con el saber, con la cultura, lo
que queda no es educación sino control social, segregación”
Si la institución
escolar experimenta actualmente una crisis en su relación con el saber y no hay
una oferta educativa, quedaría controlar ¿controlar qué? El modo de goce
singular los estilos de vida ¿Segregar qué? El modo de estar en la vida que no
entra en el modo universal supuesto. Y siguiendo en esta línea, podríamos
entonces vislumbrar rápidamente cómo los síntomas son leídos como trastorno.
¿Trastornos que habrían de acallarse? El psicoanálisis más bien los invitaría a
hablar.
Respecto a
la singularidad, el modo singular de cada uno, aquello que hace a lo más
propio, la diferencia, entonces, aparece como imposible de ser incluida y puede
observarse bajo una lectura de ser aquello que no funciona, que no llega, que
le falta para…, es decir, como aquello que no completa, que no logra el “para
todos, lo mismo”. El psicoanálisis propone leer eso que no funciona, como un
síntoma a abrir, a interrogar, a desplegarse en sus propios tiempos y
significaciones.
Incluir la
singularidad para que el sujeto pueda insertarse en la ley de grupo como, modo
posible de humanizar el lazo.
Por ello
la importancia de la tarea educadora, como la búsqueda y la apertura de lugares
de conversación, con otros discursos que alojan niños y adolescentes; para
producir un paso, algo nuevo en el saber, como un modo de tratar lo imposible,
que produce un llamado, un empuje a conversar, a preguntar, a intercambiar con
otros. Teniendo en cuenta que el resultado que se alcance nunca resultara
completamente satisfactorio al decir de Freud en su enunciación de las tres
profesiones imposibles: gobernar, educar y psicoanalizar.
Auspicia: Colegio de Psicólogos de la Provincia de Santa Cruz
Asociación de la Biblioteca Austral de Psicoanálisis
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