miércoles, 11 de abril de 2018

La Salud Mental de todos y la Chifladura de cada uno - Abril de 2018

I N S T I T U T O   O S C A R   M A S O T T A 2
D e l e g a c i ó n   R í o   G a l l e g o s


LA SALUD MENTAL DE TODOS, LA CHIFLADURA DE CADA UNO
El derecho de hacer lugar a lo singular y particular de cada quien
(Texto a publicado en el diario La Opinión Austral, el día 11 de Abril de 2018)

Autor: Lic. Natalia Pelizzetti
(Miembro de la Delegación Río Gallegos del I.O.M.2 y de la A.B.A.P.)

“La locura no se puede encontrar en estado salvaje. La locura no existe sino en una sociedad, ella no existe por fuera de las formas de la sensibilidad que la aíslan y de las formas de repulsión que la excluyen o la capturan”.
Michel Foucault

¿Cuando hablamos de salud, incluimos en esa idea a nuestra mente?.
La salud puede pensarse como recurso para la vida, recurso que solo suele ser valorado cuando la perdemos.
La definición de salud mental que propone la OMS es en términos de “promoción del bienestar” y de “prevención de los trastornos mentales” extiende su acción a todos sin distinción, como ideal, con una lógica del bien y la felicidad, diferente  al planteo que hace el psicoanálisis como lógica del deseo.
Para el psicoanálisis la “salud mental” no existe, porque cada uno tenemos un punto de “chifladura”.
Ésta, entendida como un área de la salud, porta un estigma, algo oscuro y enigmático, ligado a  la representación social de la locura. ¿En nuestra sociedad, qué lugar se da a lo diferente, a lo extraño a lo raro e incomprensible asociado a la locura?. ¿Tenemos todos algo de locos?, ¿tienen los locos algo de cuerdos?.
Etimológicamente, el término locura alude a perder el locus, el lugar. El loco es aquel que está fuera de lugar, desubicado con respecto a los demás miembros de una comunidad y también descolocado respecto de sí mismo.
Se suele pensar a la locura como un proceso que una vez comenzado sólo termina con un ser humano

crónico, que ha perdido todas sus capacidades, que no podrá valerse por sí sólo y que no recuperará la razón.
Con el transcurrir de los años y las épocas esta idea fue modificándose.
Desde los años 50 se depositaron esperanzas en la prescripción de fármacos encontrando límites en esta orientación.
En los años 90 se verificaba que las necesidades de la población eran mal atendidas, constatando que el diagnostico de los médicos de cabecera, de trastorno neurótico o depresión, superaban a las anginas o bronquitis.
En el 2011, la nueva Ley Nacional de Salud Mental Nº 26657,  vigente en la actualidad tiene como objeto, tal como lo detalla en el artículo 1º “asegurar el derecho a la protección de la salud mental de todas las personas, y el pleno goce de los derechos humanos de aquellas con padecimiento mental que se encuentran en el territorio nacional…”
Ésta ley propició a qué en la actualidad este tema se convirtiera en una preocupación por los derechos humanos.

Salud mental y psicoanálisis
La definición más sencilla de salud mental es la que leí de J.A, Miller quien dijo que la salud mental era la paz social. Dice el psicoanalista: “Es un problema que se inscribe en las técnicas del orden público en general. No hay criterio más evidente de la pérdida de la salud mental que la que se pone de manifiesto en la perturbación de ese orden. Es la versión más laica del estado del bienestar: asegurarse que los ciudadanos están en sus casas, en sus coches y que pueden permanecer allí, si tienen cierta salud”.
Por su parte Eric Laurent, en su libro: “Psicoanálisis y salud mental” refiere que en los años sesenta había debates del tipo psiquiatría/antipsiquiatría y hubo antipsiquiatras progresistas que desarrollaron una ley. En Italia, Basaglia produjo un reordenamiento de la perspectiva de la salud mental que hizo desaparecer los manicomios. Eso tuvo consecuencias. Diez años después los italianos tuvieron que plantear las cosas de otra manera con prudencia, y después de los años sesenta no se trataba ya de cerrar los manicomios sino de trasladar la locura de los manicomios al hospital general. Esta inspiración más moderada fue la raíz de la reforma en España como en Francia. Por un lado, un seguimiento específico de la salud mental, por otro lado trasladar estas cuestiones al hospital general. En nuestro país, en el año 1994 se puso en marcha otra experiencia, la de transformar el manicomio en un hospital orientado al cumplimiento de los derechos humanos tanto de los pacientes como de los trabajadores de la salud mental.
 Allí donde la Salud Mental se pone al servicio del orden público, el psicoanálisis intenta habilitar un lugar para la “chifladura” de cada uno, por eso se dice que para la mirada psicoanalítica la salud mental no existe, porque no existe un estado de equilibrio y armonía plena, el bienestar psíquico es intermitente.
 Allí donde la Salud Mental intenta estandarizar el deseo para que el sujeto marche al paso de los ideales comunes, el psicoanálisis sostiene una reivindicación del derecho al “no como todo el mundo”, o sea el derecho a hacer lugar a lo singular y particular de cada quien.  En efecto, más que dedicarse a hacerse cargo de la miseria del mundo, el psicoanalista tiene como tarea intentar encarnar la causa del deseo para el sujeto del inconsciente.
El sujeto que enferma “en su cuerpo y en su alma”, como decía Lacan, nos dice que es testigo del encuentro con lo insoportable y entonces no ha podido evitar hacer un síntoma. Un síntoma que tiene esa doble cara, de sufrimiento y de arreglo, en tanto un sujeto se atreva a la experiencia analítica.

(Bibliografía: Revista virtual “LETRAS”. 1er Congreso Europeo de Psicoanálisis, Bruselas 2011)
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