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D e l e g a c i ó n R í o G a l l e g o s
PSICOANÁLISIS Y LITERATURA
"El Cuervo" ...entre el misterio y la revelación
"El Cuervo" ...entre el misterio y la revelación
(Texto a publicado en el diario La Opinión Austral, el día 06 de Julio de 2016)
Autor: Lic. Eduardo Blanco
(Miembro de la Delegación Río Gallegos perteneciente al I.O.M.2 y de la A.B.A.P.)
(Miembro de la Delegación Río Gallegos perteneciente al I.O.M.2 y de la A.B.A.P.)
Entre
los diversos estilos literarios, la obra de Edgar Allan Poe ofrece
una íntima vinculación entre el deseo, la muerte, lo siniestro y la
tragedia del amor.
Particularmente
su obra “El Cuervo” (un poema narrativo, publicado por
primera vez en 1845), tantas veces mencionado y
reconocido en la propia literatura como en estudios literarios,
expresa de manera singular el deslizamiento de los términos
antedichos, al tiempo que cada enunciación se desplaza entre el
dolor, el misterio y la revelación.
Este juego entre lo
oculto y lo revelado es representado, en un movimiento subjetivo
particular, en el personaje principal de esta obra; en el que se
reflejan inquietantes búsquedas de reflexión, ante extraños
acontecimientos que ocurren en la escena.
Este personaje,
denominado por algunos estudios como el amante afligido, describe una
noche en la que se encontraba sólo en su habitación, entre sus
libros, mientras reflexionaba y recordaba con tristeza la muerte de
su amada Leonora.
Ante
la inconciliable familiaridad de la perdida de su amada, el principio
de realidad parece esforzar el trabajo de representar y nombrar -a
partir de la razón- tal afecto innombrable: “¡Leonora!”, “como
los ángeles llaman…y a la que aquí nadie volverá a llamar…”.
Es
recurrente al final de los primeros párrafos del relato la
expresión: “es eso y nada mas”; expresión que parece delimitar
un sentido posible ante los sucesos que acontecían en la habitación.
Mientras
tanto, “la lúgubre media noche” lo sorprendía: “...escuché
de pronto un crujido en mi puerta”. Ante lo cual y frente al latido
de su corazón, el personaje responde: “debe ser algún
visitante que desea entrar en mi habitación… es eso y nada mas!”.
visitante que desea entrar en mi habitación… es eso y nada mas!”.
Podemos
aquí articular con las elaboraciones de Sigmund Freud sobre el
sentimiento de lo Ominoso (o Siniestro, según la traducción): lo
ominoso constituye aquel sentimiento oscuro y sin sentido, que
debe permanecer oculto.
Sin
duda, si hay un deseo posible en el texto, es el de reencontrar a su
amada. Pero allí, el horror, poco a poco toma consistencia; “y
entonces abrí la puerta, y ¿que es lo que vi? ¡Las tinieblas y
nada más!”; “…pero el silencio no fue turbado y la movilidad
no dio ningún signo…lo único que pudo escucharse fue un nombre
murmurado: ¡Leonora! Era yo el que lo murmuraba y, a su vez. El eco
repitió ese nombre ¡Leonora! ¡Eso y nada más!”
En
este momento de la narración, un miedo inespecífico, un sentimiento
extraño domina la escena. Hasta la aparición de una imagen
inaudita: el cuervo. Ese pájaro que ingresa por su ventana, se posa
sobre “busto de Palas” y desde allí repite una y otra vez
“¡nunca mas!”.
Nuevamente
el personaje, ante tal “infortunada” aparición, intenta
“encadenar las ideas, buscando lo que auguraba el pájaro…”; lo
que aquel “...pájaro de los antiguos tiempos quería hacerme
comprender al repetir ¡nunca mas!”.
“¡Para
que olvides tus tristes recuerdos de Leonora!” Exclamó y el cuervo
dijo: “¡nunca mas!”.
El
recorrido del texto, permite destacar el intento por nominar la
ausencia. “...¡es eso y nada mas…!”. El principio de realidad
parece buscar en la claridad del pensamiento explicaciones posibles
acerca de lo que acontecía, para evitar la angustia el horror que
conlleva confrontar con el vacío de significación, es decir vacío
de todo tipo de sentido posible.
Podemos
preguntarnos por esta vía, si ¿es la presencia del cuervo, que
llega para quedarse, el signo de aquello que debía permanecer
oculto?
La racionalidad y la
reflexión, se sostiene en el personaje como algo provisorio. Por
otro lado la pérdida de su amada, sostiene lo imposible de nombrar;
mientras que la imagen de lo inaudito aparece fuera de toda
referencia y sentido posible.
Respecto
de la perdida, Jacques Lacan en el Seminario 10 “La Angustia”
(2006; Ed. Paidós), sostiene: “no hay imagen de la falta sin la
autentificación del Otro”. Es decir, poder simbolizar y elaborar
una falta, un vacío, un agujero o una pérdida, no es sin el recurso
al Lenguaje que nos proporciona el Otro (Otro con mayúscula: Mundo
Simbólico que se inicia con la Madre primordial -no necesariamente
la biológica- y llega hasta lo Social) Es entre las fisuras, en las
fallas de ese acceso a lo Simbólico (que nos permite nombrar la
ausencia) donde emerge lo Ominoso. De allí que Lacan afirme: “lo
unheimlich, es lo que surge en el lugar en donde esta la falta (…)
puesto que no hay imagen de la falta”.
El
cuervo, aparece allí, como una presencia ajena, ante el sin sentido
del que no podrá librarse NUNCA MAS.
Auspicia: U.N.P.A – U.A.R.G – Colegio de Psicólogos de Santa Cruz – Biblioteca Austral de Psicoanálisis
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