miércoles, 9 de mayo de 2018

¿Qué hace el psicoanálisis frente a los discursos hegemónicos en salud mental? - Mayo de 2018

I N S T I T U T O   O S C A R   M A S O T T A 2
D e l e g a c i ó n   R í o   G a l l e g o s


¿QUÉ HACE EL PSICOANÁLISIS FRENTE A LOS DISCURSOS HEGEMÓNICOS EN SALUD MENTAL?
(Texto a publicado en el diario La Opinión Austral, el día 09 de Mayo de 2018)

Autor: Lic. Erica Boglione
(Miembro de la Delegación Río Gallegos del I.O.M.2 y de la A.B.A.P.)

La Organización Mundial de la Salud (O.M.S.) define la salud como un “estado de perfecto (completo) bienestar” que engloba el aspecto físico, mental y social, y no sólo considera la ausencia de enfermedad. Si bien existen diferentes definiciones, ésta es una referencia relevante ya que es brindada por el organismo de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) especializado en gestionar políticas de prevención, promoción e intervención en salud a nivel mundial.
En nuestro país y en lo referente a la salud mental, tenemos la definición que nos brinda la Ley Nacional N°26.657 que reconoce la salud mental como un “proceso” que está determinado por diversos componentes entre ellos históricos, culturales, biológicos, socio-económicos y psicológicos. Y en este sentido la ley se inscribió dentro del paradigma de los derechos humanos y como heredera del Estado de bienestar. Con esto último se referencian las propuestas políticas promovidas por el Estado, en cumplimiento con los derechos que debe garantizar a la totalidad de los habitantes del país.
Las normas instituidas por los Estados son imprescindibles para regular la vida en sociedad y responden a las necesidades de la comunidad. A nivel particular, para un sujeto, la ley se presenta como un enunciado que no le es indiferente y funciona como un control externo ante el cual se somete la conducta.
Las leyes que garantizan que los derechos se cumplan para las personas en materia de salud mental, a veces entran en tensión con las instituciones de salud pública, que están signadas por el famoso “modelo médico hegemónico”, lo que Lacan llamaba el discurso del amo. Este amo moderno fue quien decidió que el orden actual debe ser terapéutico al

sostener como paradigma científico la terapéutica y la medicalización de la vida en general.
Otras veces, las instituciones jurídicas demandan a los efectores del sistema de salud, que apliquen terapéuticas en forma masiva y compulsiva para aquellos que, sin presentar situaciones de riesgo, se niegan a ser asistidos y con los cuales se hace difícil introducir una demanda de tratamiento. Vale considerar que, la garantía de acceso a una terapéutica no deriva en calidad de salud para un sujeto, al igual que la ampliación de derechos no deja de lado el hecho de que el sistema de control social siga ejerciendo su poder. En palabras de M. Foucault: los sujetos a quienes se les brindan derechos y sobre quienes se ejerce la soberanía política “aparecen como una población que un gobierno debe manejar. Allí tiene su punto de partida la línea de organización de una ´biopolítica´”.

La ley de salud mental y el modelo médico hegemónico mencionados, son algunos de los amos que ordenan las prácticas en el ámbito de la salud mental. Un amo es un significante que ordena, orienta y posibilita una manera de decir, hacer, pensar, existir... pero presenta esto como un modo único (pues todo amo es fundamentalista). Estos amos, (que en los servicios de salud a veces vienen a encarnarse en la figura de un jefe) si están orientados por los ideales de la época actual, pueden entonces funcionar de manera acorde, mandando que se apliquen tratamientos o terapéuticas para todos por igual.
¿Qué hace un practicante de psicoanálisis en una institución así, cuando sabe que el camino por el que debe transitar no es el de dar respuesta a la demanda de esos amos modernos?
El psicoanálisis se ocupa de lo que no anda. E. Vaschetto expresa que, al ser la salud mental heredera del llamado Estado de bienestar, “es congruente con la paz social e inconciliable con el fracaso, el yerro en clave terapéutica”. Pero justamente lo que le interesa al psicoanálisis es dar testimonio de un cierto modo de fracaso, dando lugar al cuerpo en tanto le permite hablar de lo traumático.
En la experiencia de un análisis partimos del síntoma que produce el sufrimiento para hacerlo hablar, y a través de las palabras desplegar lo que inconscientemente afecta la subjetividad. Tendemos a reducir el síntoma mediante su sentido, su historia, su lógica. Por lo tanto, la lógica de este no es reductible a lo que los manuales diagnósticos llaman “trastorno”, porque resiste a las clasificaciones. Más allá de la psicopatología, el psicoanálisis nos demuestra que hay algo del síntoma que no se puede cernir a través de lo que es nombrable por medio de las palabras. Entonces, al final de largos análisis y tras haber sido interpretado mediante múltiples efectos de sentido sucesivos, hay algo del síntoma imposible de significantizar, que es lo más propio de cada sujeto y que es lo que permite que pueda producir efectos de creación, artística o no.
Vivimos en un tiempo en que todo tiende a estandarizarse. Las terapéuticas se diseñan a través de protocolos que se aplican en forma general y sin considerar las singularidades de cada persona. Se producen clasificaciones que instituyen un estado de salud-enfermedad, un estado de bienestar y hasta de felicidad. Aquello que no entra dentro de esos parámetros, se lo trata o se lo medicaliza.
Ante estos modelos dominantes llamados también amos modernos, el psicoanálisis se convierte en una herramienta fundamental. Una opción diferente frente ante algunos imperativos universales que sustenta la salud mental en la época.
Bibliografía:
•Foucault, M. 2016 (1978-1979). El nacimiento de la biopolítica. C.A.B.A: Fondo de Cultura Económica.
•Vaschetto, E. 2010. Los descarriados. Clínica del extravío mental: entre la errancia y el yerro. San Isidro: Grama.


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